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sábado, 28 de enero de 2012

¡Buenas!
La segunda parte del primer capítulo de Más Allá del Universo. Espero que os estén gustando las historias que cuelgo. ^.^


Capítulo 1
Emma

Parte II

Dando miradas nerviosas a mi reloj de muñeca, deseo que el tren vaya aún más deprisa de lo que ya va, que para mi no es suficiente. Miro con cara de malas pulgas a la gente que tarda en subir al metro, aunque sé perfectamente que las puertas están programadas para abrirse y cerrarse en un tiempo fijo. Pero cada vez me parece que tarda más en volverse ponerse en marcha.
Finalmente, llegan a mis oídos las palabras electrónicas de la voz suave y agradable de una mujer:

<< Próxima parada: Greenbridge. Correspondencia con: líneas 1 y 3. Tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y andén>>

Aleluya. ¡Por fin! Una sensación de alivio recorre mi cuerpo, pero, naturalmente, antes de nadie más estoy esperando impaciente que se ilumine el botón verde para tocarlo y poder abrir la puerta decorada de graffitis.
El tren se detiene lentamente en el andén, su velocidad menguando, aunque mi tensión va en aumento. El botón se ilumina. Lo pulso al instante, y las puertas mecánicas se abren con un desagradable chirrido. Una oleada de gente entra, viéndome obligada a abrirme a codazos por la marea humana que se está agrupando en el andén del metro. Casi tiro al suelo a un hombre con gafas que va escuchando música en su Ipod, pero no le pido perdón, no tengo tiempo.
Cuando consigo salir de ese follón, empiezo a correr como una poseída hacia la salida. Subo las escaleras mecánicas a toda prisa, siendo ahora consciente del increíble peso de mi mochila. Siempre supe que las matemáticas y sociales son las asignaturas más pesadas. Y hoy las tengo que aguantar a ambas; en clase y en la mochila.
Una ráfaga cruel de aire helado me recibe de lleno cuando llego a la calle. Tengo suerte de que mi instituto está cerca. La calle de Greenbrigde se abre ante mi tan gris y triste como siempre, con sus edificios monótonos y metálicos y sus coches pasando por la carretera con las luces delanteras encendidas debido a la niebla acumulada.
No me paro a mirar todo esto, claro. Lo veo cada día, y no es exactamente un lugar bonito; lo único que veo mientras corro por la acera es una confusa mezcla de tonos grises y negros difuminados.
Cuando llego al instituto, el alma se me cae a los pies. El timbre ha sonado, y ya no queda nadie fuera a parte de yo misma y un grupo de gamberros que se ríen; seguramente han llegado tarde a posta y no tienen intención de entrar.

- ¡Eh, rubia! ¿Te apetece dar una vueltecita conmigo en la moto?- me dice uno de ellos, con una sonrisa que no presagia nada bueno.

- Vete a tomar por c***- le espeto de malhumor, y paso de largo de ellos, oyendo que silban y me dicen cosas como "¡Tía buena!". Tsk.

Entro por la puerta del instituto, deseando que nadie me vea, más que nada porque no estoy de humor de dar explicaciones, ya se las daré a la profesora de Sociales. Pero claro, no podía tener tanta suerte.
Cuando cierro de un manotazo mi taquilla, que otra vez se me ha resistido, y me giro hacia la escalera para subirla, perezosamente. En vez de la barandilla, me encuentro con la cara regordeta y los pequeños ojos negros de John.

- ¡Emma! ¡Te he buscado por todas partes!-me dice, como si estuviera muy aliviado-. La señorita Leansmith me ha mandado a buscarte, que tal vez te habías perdido. Ya sabes que hoy han cambiado de sitio de clase...

Alzo una mano, indicándole que parase de hablar. John es un crío insoportable que no para de hablarme de su nuevo juego de Pokémon, y que me sigue a todas partes como un perrito faldero; nunca se separa de mi. Y no lo aguanto.
Pero me ahorro el comentario borde cuando caigo en algo: la excusa perfecta. Me había perdido, que había ido al lugar de la clase antigua y luego no había encontrado el lugar de la nueva. Por primera vez en mi vida, creo que le estoy agradecida a John. Esbozo una sonrisa.

- Oh, muchas gracias, John. Es cierto, me he perdido. Si no fuera por ti, tal vez me hubieran puesto un parte o una nota a casa- le miento dos veces. No tengo casa. Él se sonroja ligeramente y se coloca las gafas. Todos saben que está enamorado de mi.

- De nada, ya sabes, es un placer.

Juntos, él encantado de estar conmigo y que yo no le rechace, subimos las escaleras que llevan al segundo piso. Aunque no hablo con él, no quiero que se dé esperanzas falsas. En pos suya, entro algo tímidamente a la clase de Bachillerato. Aún no sé si va a colar la mentira.

2 comentarios:

  1. Anna, mola, me gusta mucho esta historia, continuala pronto.
    chau

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