^ Aquí arriba tenéis mis diferentes historias. ¡No dudéis en entrar en la que más os llame la atención! ^____^

jueves, 23 de febrero de 2012

Tardes de Otoño Capítulo 1 Parte II

¡Hola!

A causa de demanda popular (y no miro a nadie *dedica una mirada a Natalia* ¬¬) ejem xD, voy a publicar la segunda parte del primer capítulo de mi historia Tardes de Otoño.
Voilà!

Tardes de Otoño
 Capítulo 1


Nuevo piso, nueva vida
Parte II

Cuando llegaron, sin embargo, ésta estaba cerrada con una verja de metal y un candado en la puerta.

- Vaya, no podemos entrar.- suspiró Alicia. Marta se giró hacia ella, sorprendida.

- ¿Como que no? ¡Claro que podemos!

- ¡No podemos! Está cerrada, ¿ves? Entonces no podemos entrar.

Su amiga recién conocida esbozó una sonrisa traviesa.

- Te equivocas. Mi hermano me ha enseñado una forma de entrar. Sígueme.

Alicia, algo desconfiada pero curiosa, siguió a Marta hasta la parte de atrás de la piscina, dónde habían unos arbustos decorativos. La niña le señaló un agujero que había en el suelo, pequeño pero suficientemente grande para que cupiesen unas personas pequeñas, como ellas. Iba por debajo de la verja y se abría dentro de la piscina.

- Vamos a entrar.

Marta se agachó y entró de gatas al agujero haciendo que su camiseta blanca se ensuciara, aunque eso a ella le daba igual.

- ¿Ves?- dijo, poniéndose de pie cuando hubo llegado dentro del recinto de la piscina-. Ahora entra tú.

La pelirroja dudó un momento, pero al ver que Marta le llamaba, se metió imitando a la otra muchacha.

- Bienvenida a la piscina.- anunció la auto proclamada "guía", con un amplio gesto.

A decir verdad, no era nada especial. Un sitio al aire libre, ni muy grande ni muy pequeño, con un espacio algo escaso con hierba para sentarse a la sombra cuando el calor apremiaba. La piscina en sí, en ese momento, estaba tapada por una tela de color azul.

- ¿Porqué está tapada?- preguntó Alicia. En Edinburgo apenas había piscinas al aire libre, debido al frío, y ella nunca había ido a una. Por eso no sabía porqué la tapaban, porque así nadie podía bañarse en ella.

- Oh- dijo Marta, de pronto algo nerviosa pero emocionada y bajó la voz dramáticamente-. Eso es porqué aquí vive un monstruo marino que viene de vacaciones aquí en invierno.

- ¿Un monstruo marino?

- Sí. Por eso tapan la piscina y nadie se baña en invierno, ¿ves? Porque sino el monstruo se los come.

- Mi mamá dice que los monstruos no existen.

- ¿Cómo que no existen?- la niña se asombró por las palabras de su amiga recién hecha-. ¿Acaso tiene pruebas de ello?

- Bueno... no, la verdad es que no. Puede que tengas razón.

- ¿Lo ves? Ahora tenemos que salir con cuidado. No hay que despertar al monstruo marino.

De puntillas y silenciosamente, aunque riendo por lo bajo, salieron de la piscina y se sentaron en un banco.

- ¿Te apetece venir a merendar a mi casa?- le preguntó Marta-. Así conoces a mi hermano. Se llama Guillem, pero le llamamos Guille.

- Vale. Pero se lo tengo que preguntar a mis padres.

- Sube, que te espero en mi casa. Es el 4º A.

- ¡De acuerdo! Ahora vuelvo.

Corriendo, su cabello pelirrojo sacudiéndose tras ella, entró en su portal. No usó el ascensor, ya que su mamá le había avisado de que nunca lo usara cuando iba sola, así que subió por las escaleras. No tuvo que caminar mucho porque su nuevo piso estaba en la tercera planta, pero cuando llegó delante de la puerta con la inscripción que rezaba "3º B" a Alicia le pareció que había subido toda una montaña.
Llamó al timbre y esperó a que le abrieran la puerta.



viernes, 17 de febrero de 2012

Camelot Cap. 2 Parte II

¡Ey, siento mucho no haber escrito nada! Entre los deberes, el instituto y todos los blogs, foros y démás a penas tengo tiempo para nada. ^^ Pero aquí tenéis un trocito más de Camelot. :3
Capítulo 2
Sombra y Elfa
Parte II

- ¿Estás bien?- le preguntó la recién llegada en inglés, cosa que sorprendió a Alice, que pasó por alto el timbre musical de sus palabras. Por sus rasgos exóticos, esperaba que hablara algún idioma extranjero, seguramente oriental.
- Eh... sí, estoy bien- respondió, mirándola con suspicacia. Una ráfaga de viento matutino le hizo tiritar.
- Ay, pobrecilla; si estás muerta de frío- dijo la extraña, y avanzó hacia Alice.
Esta retrocedió un paso, volviendo a alzar su palo, que había adoptado como arma. No se fiaba de ella. Pero al ver que se quitaba su capa para dársela a ella, cedió. Si otro viento helado le rozaba la piel, se congelaría. La rubia le colocó la capa, de una textura rugosa que le raspó un poco la piel, pero pudo pasar eso por alto, ya que en cuanto se la puso el frío cesó bastante.
- Gracias- murmuró.
Ella sonrió.
- ¿Quién eres?- le preguntó Alice entonces.
- Te podría hacer la misma pregunta.
Iba a replicar, pero por el rabillo del ojo se repitió el movimiento de la sombra de unos minutos atrás. Se puso tensa. No había sido la chica rubia vestida de verde; ¿entonces, quién era?
Se volvió a repetir un poco más allá, a penas un movimiento de las hojas de los arbustos cercanos. Su nerviosismo subía en picado; estaba confusa. No sabía dónde estaba. No sabía que había pasado. Se sentía indefensa, y odiaba esa sensación.
De pronto, la sombra que iba veloz como un rayo de luna se detuvo delante de ambas chicas, y se empezó a acercar. En medio de su concentración para mantenerse serena, Alice no advirtió de lo tranquila que estaba la otra chica. Cada vez estaba más cerca, y ella se hizo la idea de que tal vez tendría que usar su palo. Argh. ¿Porqué los héroes de los libros de fantasía que leía siempre sabían siempre lo que tenían que hacer? Derrotaban dragones y fieras terribles con un par de movimientos de espada, usaban su sublime magia para congelar a su enemigo; lo tenían todo controlado.
Ahora que ella estaba en una situación así, o al menos eso creía, se sentía ridícula y sin tener ni idea de qué tenía que hacer con ese palo que había adoptado como arma. Y esa era otra: ninguna espada legendaria ni hacha de los dioses la acompañaba. Pero la sombra casi estaba allí. Como no tenía nada mejor que hacer, se puso en posición de combate con los músculos en tensión. Apretó los dientes.
No esperaba encontrarse con esa sonrisa.

Un chico de un año o dos más mayor que ella había aparecido dónde momentos antes había estado la amenazadora sombra. No podía estar segura, pero a Alice le había parecido que tenía un brillo carmesí en sus ojos. Pero cuando alzó la mirada para mirarlas, comprobó, extrañada, que en realidad eran de un color gris como una nube que está a punto de estallar con rayos y truenos. Su cabello era de color rubio ceniza, algo desordenado, con mechones cayéndole sobre los ojos. Su tez tenía un color pálido, que contrastaba con su ropa de tonos oscuros. Era indudablemente atractivo, pero Alice no se dejó engañar. Avanzó un paso, dispuesta a atacar ante cualquier amenaza.
Pero cuando el chico soltó una carcajada, la dejó desconcertada. Él alzó los brazos, sin perder la sonrisa, algo burlona.
- Eh, calma, no me ataques. Me rindo. - dijo, mirándola fijamente. Ella frunció el ceño.
La otra chica se rió también.
- Ya te vale, Peter, la has asustado. Pobre chica.
- Lo siento- dijo él, una media sonrisa asomándose en sus labios-. No pude resistirlo.

Alice no lo aguantó más.
- ¡¿Quién demonios sois?!- estalló-. ¡No os acerquéis a mi! ¡¿Dónde estoy?!
Al verla así, como un volcán en erupción, ambos se callaron. Alice procuró mantener la expresión inescrutable, pero por alguna razón, le dio la sensación de que el chico al que habían nombrado como "Peter" se había dado cuenta de que de sus ojos claros amenazaban con brotar lágrimas. No dejó que eso ocurriera. Él la miró con expresión seria, con una leve curiosidad, y la rubia esbozó una tímida sonrisa, sin atreverse del todo.
Durante unos segundos, reinó el silencio, en el que sólo se oyó el murmuro de las hojas y el canto de un pájaro a lo lejos. En el firmamento, el sol se había decidido a salir, y la luna con su reino de oscuridad se retiraron, aguardando la llegada de la noche.
- No te preocupes- intervino la chica de verde, con cuidado-. No te queremos hacer daño. Yo me llamo Yrina. Yrina de la casa de Valytia, en la Tierra del Viento, hija de Robus y Leticia, la hermana de la reina del Reino Élfico.
Alice la miró de arriba a abajo, perpleja. Por un momento, se olvidó de parecer intimidante.
- ¿Has dicho "élfico"? ¿De elfos?- la chica sacudió la cabeza, frunciendo el ceño ligeramente-. ¿Me estás tomando el pelo?
- ¿Y porqué tendría que hacer eso?- sonrió Yrina.

domingo, 5 de febrero de 2012

Fan Fic Memorias de Idhún Cap 1

Vale, primero de todo os presento este Fan Fic. Es uno de Memorias de Idhún y aquí los protagonistas, además de la Tríada, somos yo, Anna, y Agustina, una amiga mía. La estoy escribiendo en clase, en los ratos que me aburro (es decir, siempre). Se puede resumir esta historia en una palabra: cachondeo. xDDD
Pero bueno, espero que os guste. ^^ Ah, por cierto, si no os habéis leído al menos el primer libro de la trilogía de Memorias de Idhún, de Laura Gallego, mejor que no lo leaís. o.o"

Capítulo 1
Fuego y Hielo

-Señorita Stanton, toca la canción Inverness Fair, por favor.
Anna no se dio cuenta de que le hablaban a ella, y siguió a lo suyo. Como siempre, estaba dibujando a escondidas. Ahora los ojos… y el pelo…
- ¡¡Anna!!
La chica recibió un codazo por debajo de la mesa. Alzó la mirada hacia su amiga.
- ¡Au! Agustina, ¿porqué haces eso?- protestó Anna, en un tono bastante más alto de lo que debería. Agustina le hizo un gesto con la cabeza hacia la pizarra. Ella miró hacia allí, y se encontró con la mirada vigilante del profesor de música. Se ruborizó levemente, y se oyeron unas risitas al final de la clase. En circunstancias normales, les hubiera dedicado una mirada furibunda, pero el profesor tenía clavados en ella sus ojos penetrantes.
- ¿Se puede saber que estabas haciendo? – dijo él-. Porque escuchar, seguro que no.
- Yo…- titubeó- estaba, esto… mirando las notas de la canción de… First Lane.
Él alzó una ceja.
- Ajá. Y entonces, ¿eso que es?
Sobresaliendo por debajo del dossier de música se veía un trozo del dibujo manga que había estado haciendo. Aunque en vano, Anna intentó esconderlo, a pesar de que sabía que el profesor de música ya lo había visto.
- ¿El qué, profesor?- disimuló ella, poniendo una voz de niña buena-. Aquí no hay nada.
- No me tomes el pelo- se acercó amenazadoramente y antes de que la chica pudiera hacer nada el profesor ya había agarrado el papel. Lo miró un momento, y luego lo alzó para que todo el mundo viera el dibujo de una chica blandiendo una espada y un dragón al fondo. Llevaba una sonrisa burlona que a Anna no le gustó nada.
- Me parece que vuestra compañera Anna tiene problemas para diferenciar la clase de música y la de dibujo, ¿no es así?
Todos estallaron a carcajadas. La ira se sobrepuso, y Anna no aguantó más.
- ¡¡Eres tú el que tiene problemas, pero mentales!! ¡La verdad es que prefiero tirarme por un puente que tener que aguantar más de tus asquerosas clases!
El profesor perdió la sonrisa, y las carcajadas cesaron.
- Bueno- dijo, con la voz peligrosamente suave-. Pues no tendrás que aguantar más de mis “asquerosas clases”. Agustina, llévala a la sala de profesores, por favor. Ah, y Anna, te llevas un parte.
Sin decir nada,  la chica se levantó bruscamente y salió de la clase dando un portazo, y Agustina la siguió silenciosamente, como queriendo devolver la calma que su amiga había robado.