^ Aquí arriba tenéis mis diferentes historias. ¡No dudéis en entrar en la que más os llame la atención! ^____^

viernes, 9 de marzo de 2012

¡Hola!
¡Que bien! Mañana voy a la Japan Weekend de Barcelona, y estoy impaciente. :) Después de una horrible semana de examenes, tengo un poco de tiempo libre. Así que voy a colgar un trocito de Camelot. ^^

                                                      Capítulo 2
                                 Sombra y Elfa
                                     Parte III

Estúpidamente, lo único que se le ocurrió decir fue:
- Los elfos no existen.
Yrina, la supuesta elfa, rió de nuevo.
- ¿No? ¿Y entonces esto qué es?
Ella se apartó los tirabuzones de cabello dorado, dejando ver sus orejas. A Alice casi se le cae el palo del respingo que dio al ver las orejas de Yrina, esbeltas y puntiagudas. Puso los ojos como platos.
- ¿Lo ves? Soy una elfa.
Alice respiró hondo. Vale, sí, tenía toda la pinta de ser una elfa: su forma de caminar, con gracia y agilidad; la manera que tenía que parecía… conectar con el bosque, con cada hoja y árbol; sus rasgos exóticos y hermosos, y por supuesto, sus orejas puntiagudas.
Pero todo aquello iba en contra de todo lo que le habían enseñado. Los elfos no existen. Los dragones no existen. Las hadas no existen. La magia no existe.
Además, simplemente, no era posible. Exhaló un suspiro.
- Vale. Supongamos que te creo. – dijo, cautelosa. Se giró hacia el chico rubio, que se había mantenido al margen de todo-. ¿Y tú, quién eres? ¿Qué eres?
- Mi nombre es Peter- dijo él-. Vengo de la Sierra Umbría del norte. Soy un Sombra.
Alice alzó las cejas.
- Venga ya. Vale que ella sea una elfa, ¿pero que tú seas una sombra? ¿Dónde está la cámara oculta?
- ¿Cámara?- dijo Yrina, perpleja- ¿Perdona, pero quién es Cámara?
Alice ignoró su comentario. Se sentía como si fuera Alicia hablando con el Sombrerero Loco y la Liebre de Mayo.
- No soy una sombra, soy un Sombra- aclaró Peter-. No me digas que no has oído hablar de nuestra raza.
- ¿Raza? Tú eres un chico normal y corriente.
La chica se acercó a él, perdiendo ya el miedo. Le miró de arriba a bajo y le rodeó, pero no encontró nada fuera de lo normal en él.
- ¿Lo ves? Un chico perfectamente normal.
- ¿Sí?- susurró él, y agarró los hombros de Alice, impidiendo que se moviese.
Instintivamente, Alice intentó sacárselo de encima, pero aún se sentía demasiado débil como para hacer nada. Si hubiese podido, en aquel momento le hubiera dado un buen puñetazo.
- Mírame a los ojos.
Ella alzó la mirada, desafiante. No iba a dejarse intimidar por él.
Pero entonces se encontró con unos penetrantes ojos rojos como el mismo corazón del infierno, clavados en ella. Sin saber por qué, se estremeció. Aquellos ojos, los ojos de Peter, la congelaban y le quemaban a la vez, como si allí se produjera una colisión de elementos opuestos, hielo y fuego. Dónde la luz y la oscuridad combaten en su interminable batalla, pero ni una ni la otra logran ganar nunca, a pesar de que algunas noches parece que nunca va a llegar la luz; pero al final, el alba siempre aparece.
Asustada, logró apartar la mirada, pero lo que encontró no fue mucho más confortante; donde antes se encontraba el muchacho rubio, ahora no había sino una intimidante sombra, más negra que el ala de un cuervo volando entre la más oscura de las tinieblas. Al principio apenas era una borrosa silueta, como moldeada por las manos de un niño inexperto, pero los bordes se fueron afilando hasta que Alice pudo distinguir perfectamente la forma de Peter. Dio un paso hacia atrás, pero luego avanzó de nuevo.
Alzó la mano, dudosa, y la alargó hacia la sombra… hacia Peter; cuando tocó el lugar donde debía estar su hombro, su mano lo travesó completamente. Lo único que había notado era una sustancia etérea, ni líquida ni gaseosa, que se movía entre sus dedos, como si tuviera vida propia.
- ¿Un chico perfectamente normal podría hacer esto?
Alice se apartó, ahora con más curiosidad que miedo, y poco a poco los bordes se volvieron borrosos, y luego, de golpe, volvió a ser el chico guapo y rubio, mientras sus ojos perdían el tono rojo hasta volver a adoptar el color gris. Parecía que todo el bosque soltó un suspiro de alivio.
Alice se quedó allí, fascinada y con los ojos muy abiertos. En apenas unos momentos, todo lo que le habían enseñado se había convertido en un gran engaño. ¿Que los elfos no existían? ¡Já! Ella tenía la prueba viviente de que aquello era una mentira.
- ¡Eres una sombra!- exclamó.
- Un Sombra.
- Lo que sea. ¡Pero, el caso es que no sois humanos!
Ante esto, la elfa y el Sombra cruzaron una mirada y sonrieron.
- Así es- dijo Yrina-. ¿Y tú, que eres? ¿Cómo te llamas?
Alice se detuvo un momento, y decidió que no iba a dejarse llevar ni decir nada sobre ella misma que no fuera estrictamente necesario. No eran humanos; razón de más para no confiar en ellos.
- Os lo diré, a cambio de respuestas- dijo ella con firmeza.
- De acuerdo- sonrió Peter-. Pero mejor vayamos a otro lugar.

Alice alzó la mirada al cielo. Ya era de día, de las estrellas no quedaba ni rastro. La luna se había retirado hacía tiempo, y el viento frío dejaba paso al calor tímido del sol de principios de primavera. Un pájaro cantaba en un árbol cercano; Alice sonrió.
- De acuerdo.
Y soltó el palo.

viernes, 2 de marzo de 2012

Más Allá del Universo Cap. 1 Parte III

¡Hola!
¿Como estáis todos? Yo muy bien. He estado de campamento unos cuantos días, pero ya he vuelto, y actualizo. ;) Aquí tenéis un trozo:


Más Allá del Universo
Capítulo 1
Emma

Parte III


La profesora, una mujer vieja y alta, con unos pequeños anteojos que le dan un aire de ser estricta (y con razón), interrumpe la lección y se levanta cuando nos asomamos por la puerta. Aunque solo sea unos centímetros más alta que yo, en este momento me intimida.

- Señorita Taylor, ¿sería tan amable de explicarme porqué has llegado tarde?- me dice, aparentemente en calma pero visiblemente enfadada.

Vale. ¿Y si no cuela? La profe no es tonta, por mucho que yo lo crea, y tal vez me descubra... Entonces, me llevo el doble de castigo. Que bien.
Por suerte, John habla por mi:

- Emma se había perdido. Ella pensaba que era en la clase anterior; no se enfade, era solo un despiste.

Tengo que reprimir un sonoro suspiro de alivio. Reconozco que aunque John es un pesado, en el fondo, me llega a caer bien... muy en el fondo. Noto las risas tontas de unas de mis compañeras; ya imagino lo que se estarán diciendo en voz baja: "Mira, además de fea, la rara de Emma es tonta". Jijiji, jajaja, etcétera, etcétera. Como siempre, paso de ellas, y me centro en la profesora de Sociales. Me avalúa con cara de desconfianza, seguramente pensando si creer las palabras de John o no. Finalmente, se vuelve a sentar.

- Muy bien, señorita. Pero la próxima vez no seré tan amable; he notado que usted está muy distraída en clase. Espero que esto cambie.

- Sí, señorita.- digo, con algo de rabia. Sería más adecuado llamarle "vieja", desde luego.

Camino hacia el final de la clase, con 29 miradas clavándose en mí.
No, espera. Son 30 miradas. Un chico me mira aparentemente serio, pero con un brillo de diversión en los ojos. Es alto, moreno, con ojos marrones, y muy guapo. Ugh. Demasiado guapo.
Ahora comprendo que las chicas no se estaban riendo de mí, sino riéndose por él. Seguro que todas ellas ya están coladitas por él. El típico chulo-playa que se liga a todas a la vez con solo guiñar el ojo. O bueno, a las más sensatas, con un par de piropos.
Entorno los ojos. Tsk.

- Bueno, alumnos, como os decía antes de que me interrumpiesen- prosigue la profesora, dedicándome una mirada significativa. Hago como que no me doy cuenta-, este es Jack Williams, el nuevo estudiante en esta clase. Ha venido de muy lejos; antes vivía en una mansión en medio de las montañas, y tenía un profesor particular.

Oh, genial. Rico y guapo. Mientras yo bufo, exasperada, las demás chicas suspiran y sonríen como una bobas.

- ...Así que espero que lo tratéis bien y que hagáis que se sienta como en casa. Nunca ha estado aprendiendo con un grupo de otros alumnos, así que quiero que lo tratéis bien, ¿de acuerdo?

Un largo "sí" de muchas voces conjuntas llena el aula. De mi boca tan solo sale un sarcástico "claro".

- Bien. Señorito Williams, ¿le gustaría presentarse?

- Sí, muchas gracias- dice él, con una encantadora sonrisa-. Bueno, como ya sabéis, me llamo Jack Williams, pero me podéis llamar Jack. Me gusta dibujar, jugar a fútbol y montar en moto. Muchas gracias por la cálida bienvenida que me habéis dado; estoy muy agradecido.

Argh. ¿Porque tiene que ser tan... repulsivamente encantador?
A partir de estas palabras, dejo de escuchar las palabras de este tal "Jack" y de la profesora de Sociales. Me dedico a mirar por la ventana para ver como un pájaro canta y a dibujarlo en la mesa. También hago una caricatura de Jack, que no le favorece demasiado, a decir verdad. Me río en silencio. Vuelvo a centrar la atención en la profesora al oír pronunciar mi nombre. Levanto la mirada, del dibujo a la pizarra, escuchando las palabras de la nuestra profe de Sociales.

- ... Y sí, mira, Jack, te sentarás allí al final de la clase junto a la señorita Emma Taylor.

Él se gira hacia mi, y me dedica una sonrisa amable. Yo simplemente me lo quedo mirando con una mueca de horror.

jueves, 23 de febrero de 2012

Tardes de Otoño Capítulo 1 Parte II

¡Hola!

A causa de demanda popular (y no miro a nadie *dedica una mirada a Natalia* ¬¬) ejem xD, voy a publicar la segunda parte del primer capítulo de mi historia Tardes de Otoño.
Voilà!

Tardes de Otoño
 Capítulo 1


Nuevo piso, nueva vida
Parte II

Cuando llegaron, sin embargo, ésta estaba cerrada con una verja de metal y un candado en la puerta.

- Vaya, no podemos entrar.- suspiró Alicia. Marta se giró hacia ella, sorprendida.

- ¿Como que no? ¡Claro que podemos!

- ¡No podemos! Está cerrada, ¿ves? Entonces no podemos entrar.

Su amiga recién conocida esbozó una sonrisa traviesa.

- Te equivocas. Mi hermano me ha enseñado una forma de entrar. Sígueme.

Alicia, algo desconfiada pero curiosa, siguió a Marta hasta la parte de atrás de la piscina, dónde habían unos arbustos decorativos. La niña le señaló un agujero que había en el suelo, pequeño pero suficientemente grande para que cupiesen unas personas pequeñas, como ellas. Iba por debajo de la verja y se abría dentro de la piscina.

- Vamos a entrar.

Marta se agachó y entró de gatas al agujero haciendo que su camiseta blanca se ensuciara, aunque eso a ella le daba igual.

- ¿Ves?- dijo, poniéndose de pie cuando hubo llegado dentro del recinto de la piscina-. Ahora entra tú.

La pelirroja dudó un momento, pero al ver que Marta le llamaba, se metió imitando a la otra muchacha.

- Bienvenida a la piscina.- anunció la auto proclamada "guía", con un amplio gesto.

A decir verdad, no era nada especial. Un sitio al aire libre, ni muy grande ni muy pequeño, con un espacio algo escaso con hierba para sentarse a la sombra cuando el calor apremiaba. La piscina en sí, en ese momento, estaba tapada por una tela de color azul.

- ¿Porqué está tapada?- preguntó Alicia. En Edinburgo apenas había piscinas al aire libre, debido al frío, y ella nunca había ido a una. Por eso no sabía porqué la tapaban, porque así nadie podía bañarse en ella.

- Oh- dijo Marta, de pronto algo nerviosa pero emocionada y bajó la voz dramáticamente-. Eso es porqué aquí vive un monstruo marino que viene de vacaciones aquí en invierno.

- ¿Un monstruo marino?

- Sí. Por eso tapan la piscina y nadie se baña en invierno, ¿ves? Porque sino el monstruo se los come.

- Mi mamá dice que los monstruos no existen.

- ¿Cómo que no existen?- la niña se asombró por las palabras de su amiga recién hecha-. ¿Acaso tiene pruebas de ello?

- Bueno... no, la verdad es que no. Puede que tengas razón.

- ¿Lo ves? Ahora tenemos que salir con cuidado. No hay que despertar al monstruo marino.

De puntillas y silenciosamente, aunque riendo por lo bajo, salieron de la piscina y se sentaron en un banco.

- ¿Te apetece venir a merendar a mi casa?- le preguntó Marta-. Así conoces a mi hermano. Se llama Guillem, pero le llamamos Guille.

- Vale. Pero se lo tengo que preguntar a mis padres.

- Sube, que te espero en mi casa. Es el 4º A.

- ¡De acuerdo! Ahora vuelvo.

Corriendo, su cabello pelirrojo sacudiéndose tras ella, entró en su portal. No usó el ascensor, ya que su mamá le había avisado de que nunca lo usara cuando iba sola, así que subió por las escaleras. No tuvo que caminar mucho porque su nuevo piso estaba en la tercera planta, pero cuando llegó delante de la puerta con la inscripción que rezaba "3º B" a Alicia le pareció que había subido toda una montaña.
Llamó al timbre y esperó a que le abrieran la puerta.



viernes, 17 de febrero de 2012

Camelot Cap. 2 Parte II

¡Ey, siento mucho no haber escrito nada! Entre los deberes, el instituto y todos los blogs, foros y démás a penas tengo tiempo para nada. ^^ Pero aquí tenéis un trocito más de Camelot. :3
Capítulo 2
Sombra y Elfa
Parte II

- ¿Estás bien?- le preguntó la recién llegada en inglés, cosa que sorprendió a Alice, que pasó por alto el timbre musical de sus palabras. Por sus rasgos exóticos, esperaba que hablara algún idioma extranjero, seguramente oriental.
- Eh... sí, estoy bien- respondió, mirándola con suspicacia. Una ráfaga de viento matutino le hizo tiritar.
- Ay, pobrecilla; si estás muerta de frío- dijo la extraña, y avanzó hacia Alice.
Esta retrocedió un paso, volviendo a alzar su palo, que había adoptado como arma. No se fiaba de ella. Pero al ver que se quitaba su capa para dársela a ella, cedió. Si otro viento helado le rozaba la piel, se congelaría. La rubia le colocó la capa, de una textura rugosa que le raspó un poco la piel, pero pudo pasar eso por alto, ya que en cuanto se la puso el frío cesó bastante.
- Gracias- murmuró.
Ella sonrió.
- ¿Quién eres?- le preguntó Alice entonces.
- Te podría hacer la misma pregunta.
Iba a replicar, pero por el rabillo del ojo se repitió el movimiento de la sombra de unos minutos atrás. Se puso tensa. No había sido la chica rubia vestida de verde; ¿entonces, quién era?
Se volvió a repetir un poco más allá, a penas un movimiento de las hojas de los arbustos cercanos. Su nerviosismo subía en picado; estaba confusa. No sabía dónde estaba. No sabía que había pasado. Se sentía indefensa, y odiaba esa sensación.
De pronto, la sombra que iba veloz como un rayo de luna se detuvo delante de ambas chicas, y se empezó a acercar. En medio de su concentración para mantenerse serena, Alice no advirtió de lo tranquila que estaba la otra chica. Cada vez estaba más cerca, y ella se hizo la idea de que tal vez tendría que usar su palo. Argh. ¿Porqué los héroes de los libros de fantasía que leía siempre sabían siempre lo que tenían que hacer? Derrotaban dragones y fieras terribles con un par de movimientos de espada, usaban su sublime magia para congelar a su enemigo; lo tenían todo controlado.
Ahora que ella estaba en una situación así, o al menos eso creía, se sentía ridícula y sin tener ni idea de qué tenía que hacer con ese palo que había adoptado como arma. Y esa era otra: ninguna espada legendaria ni hacha de los dioses la acompañaba. Pero la sombra casi estaba allí. Como no tenía nada mejor que hacer, se puso en posición de combate con los músculos en tensión. Apretó los dientes.
No esperaba encontrarse con esa sonrisa.

Un chico de un año o dos más mayor que ella había aparecido dónde momentos antes había estado la amenazadora sombra. No podía estar segura, pero a Alice le había parecido que tenía un brillo carmesí en sus ojos. Pero cuando alzó la mirada para mirarlas, comprobó, extrañada, que en realidad eran de un color gris como una nube que está a punto de estallar con rayos y truenos. Su cabello era de color rubio ceniza, algo desordenado, con mechones cayéndole sobre los ojos. Su tez tenía un color pálido, que contrastaba con su ropa de tonos oscuros. Era indudablemente atractivo, pero Alice no se dejó engañar. Avanzó un paso, dispuesta a atacar ante cualquier amenaza.
Pero cuando el chico soltó una carcajada, la dejó desconcertada. Él alzó los brazos, sin perder la sonrisa, algo burlona.
- Eh, calma, no me ataques. Me rindo. - dijo, mirándola fijamente. Ella frunció el ceño.
La otra chica se rió también.
- Ya te vale, Peter, la has asustado. Pobre chica.
- Lo siento- dijo él, una media sonrisa asomándose en sus labios-. No pude resistirlo.

Alice no lo aguantó más.
- ¡¿Quién demonios sois?!- estalló-. ¡No os acerquéis a mi! ¡¿Dónde estoy?!
Al verla así, como un volcán en erupción, ambos se callaron. Alice procuró mantener la expresión inescrutable, pero por alguna razón, le dio la sensación de que el chico al que habían nombrado como "Peter" se había dado cuenta de que de sus ojos claros amenazaban con brotar lágrimas. No dejó que eso ocurriera. Él la miró con expresión seria, con una leve curiosidad, y la rubia esbozó una tímida sonrisa, sin atreverse del todo.
Durante unos segundos, reinó el silencio, en el que sólo se oyó el murmuro de las hojas y el canto de un pájaro a lo lejos. En el firmamento, el sol se había decidido a salir, y la luna con su reino de oscuridad se retiraron, aguardando la llegada de la noche.
- No te preocupes- intervino la chica de verde, con cuidado-. No te queremos hacer daño. Yo me llamo Yrina. Yrina de la casa de Valytia, en la Tierra del Viento, hija de Robus y Leticia, la hermana de la reina del Reino Élfico.
Alice la miró de arriba a abajo, perpleja. Por un momento, se olvidó de parecer intimidante.
- ¿Has dicho "élfico"? ¿De elfos?- la chica sacudió la cabeza, frunciendo el ceño ligeramente-. ¿Me estás tomando el pelo?
- ¿Y porqué tendría que hacer eso?- sonrió Yrina.

domingo, 5 de febrero de 2012

Fan Fic Memorias de Idhún Cap 1

Vale, primero de todo os presento este Fan Fic. Es uno de Memorias de Idhún y aquí los protagonistas, además de la Tríada, somos yo, Anna, y Agustina, una amiga mía. La estoy escribiendo en clase, en los ratos que me aburro (es decir, siempre). Se puede resumir esta historia en una palabra: cachondeo. xDDD
Pero bueno, espero que os guste. ^^ Ah, por cierto, si no os habéis leído al menos el primer libro de la trilogía de Memorias de Idhún, de Laura Gallego, mejor que no lo leaís. o.o"

Capítulo 1
Fuego y Hielo

-Señorita Stanton, toca la canción Inverness Fair, por favor.
Anna no se dio cuenta de que le hablaban a ella, y siguió a lo suyo. Como siempre, estaba dibujando a escondidas. Ahora los ojos… y el pelo…
- ¡¡Anna!!
La chica recibió un codazo por debajo de la mesa. Alzó la mirada hacia su amiga.
- ¡Au! Agustina, ¿porqué haces eso?- protestó Anna, en un tono bastante más alto de lo que debería. Agustina le hizo un gesto con la cabeza hacia la pizarra. Ella miró hacia allí, y se encontró con la mirada vigilante del profesor de música. Se ruborizó levemente, y se oyeron unas risitas al final de la clase. En circunstancias normales, les hubiera dedicado una mirada furibunda, pero el profesor tenía clavados en ella sus ojos penetrantes.
- ¿Se puede saber que estabas haciendo? – dijo él-. Porque escuchar, seguro que no.
- Yo…- titubeó- estaba, esto… mirando las notas de la canción de… First Lane.
Él alzó una ceja.
- Ajá. Y entonces, ¿eso que es?
Sobresaliendo por debajo del dossier de música se veía un trozo del dibujo manga que había estado haciendo. Aunque en vano, Anna intentó esconderlo, a pesar de que sabía que el profesor de música ya lo había visto.
- ¿El qué, profesor?- disimuló ella, poniendo una voz de niña buena-. Aquí no hay nada.
- No me tomes el pelo- se acercó amenazadoramente y antes de que la chica pudiera hacer nada el profesor ya había agarrado el papel. Lo miró un momento, y luego lo alzó para que todo el mundo viera el dibujo de una chica blandiendo una espada y un dragón al fondo. Llevaba una sonrisa burlona que a Anna no le gustó nada.
- Me parece que vuestra compañera Anna tiene problemas para diferenciar la clase de música y la de dibujo, ¿no es así?
Todos estallaron a carcajadas. La ira se sobrepuso, y Anna no aguantó más.
- ¡¡Eres tú el que tiene problemas, pero mentales!! ¡La verdad es que prefiero tirarme por un puente que tener que aguantar más de tus asquerosas clases!
El profesor perdió la sonrisa, y las carcajadas cesaron.
- Bueno- dijo, con la voz peligrosamente suave-. Pues no tendrás que aguantar más de mis “asquerosas clases”. Agustina, llévala a la sala de profesores, por favor. Ah, y Anna, te llevas un parte.
Sin decir nada,  la chica se levantó bruscamente y salió de la clase dando un portazo, y Agustina la siguió silenciosamente, como queriendo devolver la calma que su amiga había robado.


sábado, 28 de enero de 2012

¡Buenas!
La segunda parte del primer capítulo de Más Allá del Universo. Espero que os estén gustando las historias que cuelgo. ^.^


Capítulo 1
Emma

Parte II

Dando miradas nerviosas a mi reloj de muñeca, deseo que el tren vaya aún más deprisa de lo que ya va, que para mi no es suficiente. Miro con cara de malas pulgas a la gente que tarda en subir al metro, aunque sé perfectamente que las puertas están programadas para abrirse y cerrarse en un tiempo fijo. Pero cada vez me parece que tarda más en volverse ponerse en marcha.
Finalmente, llegan a mis oídos las palabras electrónicas de la voz suave y agradable de una mujer:

<< Próxima parada: Greenbridge. Correspondencia con: líneas 1 y 3. Tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y andén>>

Aleluya. ¡Por fin! Una sensación de alivio recorre mi cuerpo, pero, naturalmente, antes de nadie más estoy esperando impaciente que se ilumine el botón verde para tocarlo y poder abrir la puerta decorada de graffitis.
El tren se detiene lentamente en el andén, su velocidad menguando, aunque mi tensión va en aumento. El botón se ilumina. Lo pulso al instante, y las puertas mecánicas se abren con un desagradable chirrido. Una oleada de gente entra, viéndome obligada a abrirme a codazos por la marea humana que se está agrupando en el andén del metro. Casi tiro al suelo a un hombre con gafas que va escuchando música en su Ipod, pero no le pido perdón, no tengo tiempo.
Cuando consigo salir de ese follón, empiezo a correr como una poseída hacia la salida. Subo las escaleras mecánicas a toda prisa, siendo ahora consciente del increíble peso de mi mochila. Siempre supe que las matemáticas y sociales son las asignaturas más pesadas. Y hoy las tengo que aguantar a ambas; en clase y en la mochila.
Una ráfaga cruel de aire helado me recibe de lleno cuando llego a la calle. Tengo suerte de que mi instituto está cerca. La calle de Greenbrigde se abre ante mi tan gris y triste como siempre, con sus edificios monótonos y metálicos y sus coches pasando por la carretera con las luces delanteras encendidas debido a la niebla acumulada.
No me paro a mirar todo esto, claro. Lo veo cada día, y no es exactamente un lugar bonito; lo único que veo mientras corro por la acera es una confusa mezcla de tonos grises y negros difuminados.
Cuando llego al instituto, el alma se me cae a los pies. El timbre ha sonado, y ya no queda nadie fuera a parte de yo misma y un grupo de gamberros que se ríen; seguramente han llegado tarde a posta y no tienen intención de entrar.

- ¡Eh, rubia! ¿Te apetece dar una vueltecita conmigo en la moto?- me dice uno de ellos, con una sonrisa que no presagia nada bueno.

- Vete a tomar por c***- le espeto de malhumor, y paso de largo de ellos, oyendo que silban y me dicen cosas como "¡Tía buena!". Tsk.

Entro por la puerta del instituto, deseando que nadie me vea, más que nada porque no estoy de humor de dar explicaciones, ya se las daré a la profesora de Sociales. Pero claro, no podía tener tanta suerte.
Cuando cierro de un manotazo mi taquilla, que otra vez se me ha resistido, y me giro hacia la escalera para subirla, perezosamente. En vez de la barandilla, me encuentro con la cara regordeta y los pequeños ojos negros de John.

- ¡Emma! ¡Te he buscado por todas partes!-me dice, como si estuviera muy aliviado-. La señorita Leansmith me ha mandado a buscarte, que tal vez te habías perdido. Ya sabes que hoy han cambiado de sitio de clase...

Alzo una mano, indicándole que parase de hablar. John es un crío insoportable que no para de hablarme de su nuevo juego de Pokémon, y que me sigue a todas partes como un perrito faldero; nunca se separa de mi. Y no lo aguanto.
Pero me ahorro el comentario borde cuando caigo en algo: la excusa perfecta. Me había perdido, que había ido al lugar de la clase antigua y luego no había encontrado el lugar de la nueva. Por primera vez en mi vida, creo que le estoy agradecida a John. Esbozo una sonrisa.

- Oh, muchas gracias, John. Es cierto, me he perdido. Si no fuera por ti, tal vez me hubieran puesto un parte o una nota a casa- le miento dos veces. No tengo casa. Él se sonroja ligeramente y se coloca las gafas. Todos saben que está enamorado de mi.

- De nada, ya sabes, es un placer.

Juntos, él encantado de estar conmigo y que yo no le rechace, subimos las escaleras que llevan al segundo piso. Aunque no hablo con él, no quiero que se dé esperanzas falsas. En pos suya, entro algo tímidamente a la clase de Bachillerato. Aún no sé si va a colar la mentira.

viernes, 27 de enero de 2012

Camelot Cap. 2 Parte. I

¡Hola!
Yo de nuevo. :D Otro capítulo de Camelot, en el que saldrán más personajes que creo que os gustarán. Al menos a mi sí que me gustan. ^^ Además, son esenciales para el desarrollo de la historia. Ya veréis porqué. ;)



Capítulo 2
Sombra y Elfa

Parte I
Frío.
Eso fue lo primero que sintió Alice al recuperar la conciencia. Su cuerpo le pesaba y el sueño aún le zumbaba en los oídos. A pesar de que hacía mucho frío, sentía la extraña comodidad y calidez que experiencia uno cuando se está muy cansado y se tumba en una cama mullida.
Cuando abrió los ojos, Alice creyó por el tiempo que dura un latido de corazón que estaba todavía en la casa de su tía, pero ese pensamiento se esfumó como el humo.
Bastó una mirada al cielo para comprender que, en efecto, no estaba en su casa. Y, por alguna razón, le daba la sensación de que ni siquiera estaba en Londres.

Encima suyo, había un techo de hojas y ramas entrelazadas, tan verdes como el más frondoso de los valles Escoceses. Por entre medio, la espesura dejaba entrar al sotobosque rayos de sol filtrados, iluminando con su luz fresca y matutina. Confusa, Alice se irguió. Aún estaba mareada, y se tuvo que apoyar en un árbol para no volver a caerse al suelo. Miró en derredor; estaba en un bosque. Parpadeó. ¿Como era posible?
Hace unos segundos estaba el salón de la casa de su tía, y ahora estaba en medio de un bosque con árboles de tamaño enorme y belleza exuberante. Gotas de rocío se amontonaban en la hierba, y una mariquita atrevida viajaba cerca de los pies descalzos de la chica. El cielo había cogido un cierto color rosado, lo que le dijo a Alice que estaría amaneciendo; cosa que no hizo más que añadir a su confusión. Estaba tiritando a causa del frío, ya que solo llevaba su camisón viejo de ir a dormir.
De ir a dormir.
Claro. Eso era lo que ocurría. Se habría dormido y ahora estaba en un sueño; era lo más lógico. Dejó escapar un suspiro de alivio, pero no podía ignorar el viento helado que le azotaba las piernas denudas y los brazos con pies de gallina. Nunca había tenido un sueño así, tan... real. Se estremeció, pero no solamente por el frío.

De pronto, por el rabillo del ojo, vio una sombra que corría entre la maleza. Se giró, inquieta, pero dónde le había parecido ver algo no había nada. Frunció el ceño, pero se intentó serenar. Solo es un sueño.
Pero el movimiento se repitió, un poco más cerca, tan leve como un soplo de viento, tan invisible como un gato negro en la oscuridad de la noche. Asustada, cogió un palo algo largo que estaba en el suelo como si fuera una espada.
- ¿Quién anda ahí?- preguntó, intentando esconder el temblor en su voz.
Por supuesto, nadie respondió. Ahora, Alice dudaba que se tratara de un sueño. Oh, ¿porqué los personajes de los libros que leía siempre sabían lo que tenían que hacer en momentos como este? Se puso tensa, y se giró, mirando hacia todos los lados. Se sentía ridículamente indefensa, con un palo de única arma y débil. Ni siquiera sabía que haría si quién - o qué- un enemigo para ella. ¿Pero para qué querría atacarla? ¿Qué le había pasado? ¿Y dónde estaba? Demasiadas preguntas, ninguna respuesta.

Pero lo que importaba en ese momento era una sombra que se acercaba por entre la maleza, esta más lenta que la anterior, pero de paso ligero y grácil. Cuando salió a la luz del amanecer, con asombro, Alice comprobó que era una muchacha de su edad, con cabellos dorados relucientes como rayos de sol y ojos del color del mismo bosque. Su rostro era de rasgos exóticos, y era bella como el extraño bosque en que se encontraban ambas. Llevaba unas ropas que Alice no había visto nunca, unas botas de cuero y un arco en la espalda; caminaba con una gracia casi sobrehumana.
A pesar de su extraño aspecto, no parecía peligrosa. De hecho, hasta le dedicó una sonrisa amistosa. La chica bajó el palo avergonzada.

martes, 24 de enero de 2012

Más Allá del Universo Cap. 1 Parte I

¡Buenas tardes!
Me acabo de recuperar de un resfriado *snif*. Aún me siento un poco regular, pero bueno, he ido al colegio porque teníamos dos exámenes. D:
Bueno, os dejo una nueva historia, esta vez de aventuras, ciencia-ficción y algo de amor. ;) Se llama "Más Allá del Universo". 
Espero que os guste. Allons-y!

Capítulo 1
Emma


Mis converse rojas y desgastadas se deslizan con pereza por las lúgubres calles de la ciudad de Londres. A las siete y media de la mañana ya estoy vagando en la calle, muerta de frío y de sueño. Ojeras bajo los ojos, el pelo rubio sin peinar a penas, una bufanda en el cuello y un gorro de lana hecho a mano; por mi. En mi mano, llevo una bolsa con tres cartones de leche, un paquete de pan bimbo, un paquete de Kellog's de oferta y otro de mantequilla. Porque Jane me ha obligado a salir a comprar el desayuno para toda la casa, ya que esta mañana se ha encontrado con la nevera vacía. Genial. Ahora yo tengo que ir a comprar comida para 13 niños. ¿No dicen siempre que el 13 es el número de mala suerte? Pues esta vez los supersticiosos tienen razón. Convivir con trece críos de apenas diez años en una casa de dos pisos es mi infierno personalizado. 
¿Como, tantos hermanos tienes?, os estaréis preguntando. Já; no, no es mi casa. Este "hogar", como nos lo hace llamar Jane, es un orfanato para huérfanos que no les han adoptado ni siquiera una vez en más de siete años. Básicamente, es un sitio para los niños donde no los quieren en ningún lugar. Triste, ¿verdad? Pues a los niños "problemáticos" nos meten aquí, en una casa no muy lujosa ni grande, en uno de los barrios más pobres de Londres hasta que cumplamos los dieciocho años. Y, oh, no sabéis lo impaciente que estoy por cumplirlos. Un día más en este sitio y voy a explotar. En serio.
Me paro delante de una casa con un grafitti pintado en una parte de la fachada, y meto la llave en la cerradura de la puerta verde que necesita ser pintada. Dentro, me recibe una Jane muy agitada. 

- ¡Por fin llegas, Emma! Los niños están hambrientos; corre, ven a la cocina y ayúdame a hacer las tostadas.- dice la "jefa" de esta casa, alias Jane Smith.

La verdad es que yo parezco su esclava o algo parecido. Me manda a hacer las compras, me manda a cuidar de los niños, me pide que haga la comida, me pide que haga las camas... y encima, me manda al instituto. Suspiro, exasperada. En el fondo, sé que no tiene la culpa de nada y que sus intenciones son buenas, solo que una mujer sola no puede cuidar de 13 niños problemáticos y de una adolescente rebelde; es decir, yo. Pero yo tampoco merezco que me pongan a trabajar aquí como si fuera la criada, o algo por el estilo. 
Voy a la cocina, encontrándome con trece odiosas caritas que me miran con expectación, sentadas al rededor de una mesa demasiado pequeña para todas estas personas, sentadas en sillas que son cada una de un modelo diferente.

- ¡Bien, por fin llega Emma!

- Ala, ¡que tarde has llegado! ¿No te podías dar más prisa?

- ¡Eso, eso! Que tenemos colegio después.

Y yo al instituto. Pero no digo nada, que estos críos, o mejor dicho, monstruos, no entienden y no se callan. Así que los ignoro y voy poniendo, uno por uno, los trozos de pan en la tostadora y quemándome los dedos al sacar las tostadas recién hechas. La última que hago es la mía. Le pongo mantequilla y mermelada de fresa de las peores marcas, y subo corriendo a mi habitación, que es pequeñísima, por cierto. Una cama, un armario, un escritorio. Finito. Mientras me como la tostada, con la otra mano peino mi pelo rubio ceniza, un color horriblemente común. Miro el reloj y me alarmo. Las ocho y cuarto; solo un cuarto de hora para llegar al instituto. Oh, mierda. Lanzo el cepillo a la cama, sin importarme dónde caiga, mientras corro hacia el baño, dónde me lavo la cara y me pongo un poco de maquillaje para esconder aunque sea un poco las ojeras. Que parezco un panda.
Bajo precipitadamente las escaleras, me cuelgo la mochila a la espalda y grito un "¡Adiós!", antes de salir disparada a la calle. Fuera de la casa, me recibe un viento frío que hace que mis mejillas se pongan coloradas. Sigo corriendo, pisando algún charco ocasional, hasta el metro. Por suerte, no está muy lejos de dónde vivo, así que supongo que tengo suerte. Cruzo la barrera de la entrada haciendo pasar la tarjeta de abonado y bajo las escaleras de la línea 1, esquivando la marea de gente que se acaba de bajar de un tren. Llego justo a tiempo para entrar en uno, que para mi disgusto, está lleno. Me tengo que confirmar con estar de pie, entonces. Suspiro y entrecierro los ojos.
Que vida, la mía.

viernes, 20 de enero de 2012

Camelot Capítulo 1 Parte II

¡Buenas tardes! 
¿Que tal todo? ¡Por fin es viernes!
Hoy teníamos examen de Naturales, ¡horror! D: Pero me lo sabía todo bastante bien, así que no había problema alguno. Suerte para mi; y también para Dani, el chico que se siente delante mío. ·3· Se ha pasado todo el tiempo preguntandome que qué  características principales tenía la estratosfera, que si el aire caliente era más o menos denso... xD



En fin, lo dejo ya, que no os interesa. ^_^" ¡Aquí tenéis la segunda parte del primer capítulo de Camelot! :D


Capítulo 1
A Través del Espejo

Parte II


Dejando escapar un suspiro de su boca, dio un paso hacia atrás. Notó como se chocaba con algo detrás suyo, y se giró para ver qué era. Un espejo de madera de roble, elegante y delicado, pero claramente resistente, se tambaleaba sobre su clavo que lo sostenía sobre su pared. 
Varios pensamientos cruzaron la mente de Alice a la vez; el primero, tal vez el más estúpido, o tal vez no, que no recordaba que el espejo estuviera allí antes; después, que era muy bonito y seguramente valía una fortuna; y por último, que su tía Rose la castigaría por más de un mes, seguro, si se le caía y rompía. 
Fue este último pensamiento el que le impulsó a alargar los brazos, rápida como el rayo, para agarrar el espejo antes de que se le rompiera. Y, para su suerte, lo consiguió.
Había evitado que el espejo se partiera en mil pedazos, que despertase a su tía y había esquivado, por muy poco, siete años de mala suerte.
La chica suspiró, aliviada, y volvió a colgarlo en el clavo. Se fijó en el diseño del marco, de madera de roble de color muy oscuro, decorado con formas y espirales sin sentido. No, espera. Cuando se fijaba más, se podían distinguir figuras entre las espirales, que en realidad eran flores. Alice supuso que serían del oriente, o tal vez de África, ya que no las había visto nunca. Las figuras eran criaturas como las que salían en los libros de fantasía y aventuras que leía a menudo: había un dragón, su cola formando una espiral, un unicornio, elegante y bello..., y en la parte superior a la derecha, un castillo majestuoso, talado en la madera con especial detalle. 
Se preguntó porqué su tía Rose había comprado ese espejo; a ella no le gustaban esas cosas. Tal vez lo había ganado en el bingo que hacía los domingos. O quizás se lo había regalado algún familiar, y ella lo había colgado sólo por no ser grosera.
Se miró en el espejo, buscando el reflejo de una chica de 14 años, con el pelo revuelto y, tal vez, unas ojeras. 
Pero no encontró lo que buscaba.
Por más que mirase, no veía su reflejo. Ni tampoco el del salón, se dio cuenta, cosa que le tranquilizó y alarmó a la vez. Lo más sensato sería pensar que, como era tan oscuro, no podía ver bien el reflejo. Pero ella tenía demasiada imaginación para eso.
Quizás es porque soy una vampiresa, se dijo irónicamente. Los vampiros no tenían reflejo; pero claro, tampoco existían.
¿Podría ser que el espejo estuviera roto? No, no podía ser; no parecía tener ningún rasguño, y ella lo había cogido a tiempo antes de que cayera al suelo. ¿O que estuviera sucio?
Sí, tal vez fuera eso. En parte por el aburrimiento, en parte por la curiosidad, cogió un trapo que había encima del piano para limpiar el cristal. 
Alargó la mano, con el trapo por encima, y cuando tocó la superficie plana y fina del espejo, algo, como una descarga eléctrica, la recorrió entera.
Alice dio un salto hacia atrás, asustada, ahogando un grito. ¿Qué había ocurrido? ¿Acaso lo había causado el espejo?
Si Rose hubiera estado delante, le hubiera dicho que leía demasiados libros, que había una solución completamente lógica para lo que había pasado.
Pero a la luz de las farolas y a las tinieblas de la noche, el corazón de la chica iba a cien por hora, en parte por la emoción y en parte por el miedo. No sabía porqué, pero aquella cosa le atraía. Intentó ser sensata y no hacer nada, volver a la cama.
La curiosidad fue más fuerte.
Volvió a extender la mano hacia el espejo, sus ojos brillando. Cuando estuvo a punto de tocarlo, cerró los ojos.
Una sacudida la recibió cuando sus manos apenas lo rozaban, mucho más fuerte que la anterior, pero en cierto sentido, uno que no supo explicar, agradable. No se detuvo. Puso la palma entera sobre el cristal, y empezó a marearse. Pensó mejor. Quiso apartase, pero era como si el espejo la hubiera atrapado del todo, como si de un imán se tratase. Le invadió una tremenda sensación de sueño, y sintió como, poco a poco y contra su voluntad, su cuerpo se iba rindiendo, mientras en su mente resonaba una hipnótica canción sin palabras. Su mente no tardó a rendirse también. Una sensación de caer al vacío lo siguió, aunque no sabría decir después si realmente caía. Le dolía la cabeza, aunque ya apenas era consciente de ello.
Y cuando cayó al suelo, inconsciente, no fue sobre la alfombra suave de su tía. Ni siquiera en su salón.
Y quién sabe si no otro mundo.

miércoles, 18 de enero de 2012

Tardes de Otoño Cap. 1 Parte I

¡Hola! 
Primero de todo, ¡uau! ¡Ya tengo 4 seguidores! Muchísimas gracias; y también me encanta que comentéis, así me gusta. ;) 
En fin. Aquí está el primer trozo de la segunda novela que escribí; bueno, y que estoy escribiendo. Es de género realista, más concretamente mi primer intento al género realista. Si queréis más información, tenéis en la parte de arriba del blog una página dedicada a esta historia. ^___^






                                     ~ Introducción ~




Supongo que debería empezar por presentarme, ¿no? Pues bien, eso haré.
Me llamo Alicia. Nací en Edinburgo, Escocia, el año 1996, el 30 de octubre. Soy pelirroja, ni muy morena ni muy blanca, y tengo unas cuantas pecas por la nariz. Soy más bien baja, y lo he sido toda mi vida.

Esta historia es sobre mí. Podría decir que es mi autobiografía, pero no es eso del todo. Es, digamos, una ocasión para dar un paseo por cinco fases de mi vida: la infancia, la adolescencia, la juventud, la maternidad y la tercera edad. En cada una de ellas he descubierto algo que me ha cambiado, para bien o para mal, y con mi vida cuento, en el fondo, la historia de la vida de todas las personas. La amistad, el amor, el dolor, la tristeza... todo esto lo sentí yo, como lo habréis sentido vosotros, o lo estaréis sintiendo. Es un poco como el diario de la vida en sí.

Porque no tenéis ni idea lo mucho que te puede cambiar una tarde de otoño. El paso del verano al invierno es mucho más que eso, cosa que descubrí yo hace algún tiempo. El otoño es una época de cambio. Y es que no podemos aspirar a descubrir todos los secretos de la vida, pero no debemos desistir, porque la vida se basa en eso. En la búsqueda de la felicidad, de uno mismo.

Ahora, ¿haréis conmigo un último viaje por mi vida? Os aseguro que no será uno aburrido.
Venid a la primera de las tardes de Otoño...





~Primera Tarde de Otoño~

INFANCIA



Capítulo 1

Nueva Ciudad, Nueva Vida



En una tarde de Otoño, las hojas caídas de los árboles se movían al son del viento, provocando un suave murmullo que le recordaba a su casa en Edinburgo.
Sentada en un columpio en un patio desierto, pensaba en lo mucho que echaba de menos Escocia. Madrid era tan diferente a todo lo que ella conocía... el clima, el lugar, las personas, hasta las casas eran distintas. Suspiró. ¿Era demasiado tarde para que cambiaran de idea? Suponía que sí, pero quería creer otra cosa. En ese momento, sus padres estaban deshaciendo la maleta. El camión con todos los muebles llegaría el día siguiente, le había dicho papá. Ella tenía ganas de que llegara ya. El piso en el que se habían instalado no le gustaba, y no se imaginaba llamándolo algún día "casa". Su casa estaba en Edinurgo, en Greenhill Terrace, no allí, en plena ciudad de Madrid. Ese no era su hogar. Allí no conocía a nadie, e iba a ir a un colegio donde no tenía amigos. ¿Con quién jugaría, entonces? 
Movió un poco las piernas, haciendo que el columpio se balanceara un poco. Emitió un sonido chirriante. Por lo menos los columpios no cambiaban fuese donde fuese. Se columpió aún más alto y más rápido, con el viento frío dándole en la cara y ruborizando le las mejillas, que le arrancó una sonrisa.
Había buscado algún niño con quien jugar, pero no había encontrado nadie; lo más parecido a un niño era algún adolescente que pasaba por allí escuchando música en su MP3 o hablando por el móvil. Estaba en el patio de su nueva casa, el que compartía con las demás personas de su bloque de pisos, donde había unos bancos, una piscina que abrían solo en verano y el pequeño parque, dónde ella estaba en ese momento. 
Dejó que el columpio se fuera parando solo, y cuando lo hizo, no sé bajó, sino que se quedó sentada un rato más. Su mamá le había dicho que bajara al parque para hacer amigos, cuando allí no había nadie. La niña cerró los ojos, y exhaló un suspiro. Se quedó así un rato, hasta que notó que algo tocaba su pelo.
Del bote que pegó, casi se cayó del columpio. Logró sujetarse en el último momento.

- ¡Eh!- se quejó, y buscó al culpable con la mirada.

- Tienes el pelo rojo- dijo con sencillez una voz infantil tras ella.

La chica se giró, para encontrarse con una niña de su edad, cabello castaño y unos ojos grandes y oscuros, que la miraba con interés.

- Sí, lo sé. Y tu lo tienes marrón.- comentó ella, bajándose del columpio. 

- Ya lo sé, pero no había visto a nadie con el pelo rojo. Es muy raro.

- Mi papá también tiene el pelo rojo- dijo, encogiéndose de hombros.

- ¿En serio? ¡Ala!- sonrió la recién llegada. 

- Pues sí. Por cierto, me llamo Alicia.

- Yo me llamo Marta- dijo la niña morena-, y tengo 7 años. Los cumplí en Mayo, ¿sabes?

- Yo tengo 6 años. Mi cumpleaños es en octubre- dijo Alicia, algo tímida.

- Entonces yo soy más mayor que tú- sonrió Marta-. No te había visto por aquí antes.

- Es que he mudado aquí hoy.

A Marta se le iluminó la cara, como si le acabaran de dar el Chupa-Chup de fresa más grande de la historia. Bueno, o al menos eso le pareció a Alicia, que aquel día no había visto otra sonrisa que la sonrisa reconciliadora de su madre.

- ¿A sí? ¡Entonces te puedo hacer una visita guiada del bloque!- dijo la niña. Daba pequeños saltitos emocionados.

- Vale- dijo Alicia, con el asomo de una sonrisa. La alegría de Marta era contagiosa. 

La niña le cogió de la mano a Alicia, cogida por sorpresa, y se la llevó corriendo dirección a la piscina. 
El columpio se balanceó un momento antes de detenerse.



Annushka



viernes, 13 de enero de 2012

Camelot Cap. 1 Parte. I

¡Buenas tardes!

 Camelot es una novela de fantasia que estoy escribiendo desde hace poco, y es la que más me gusta. Para que os enteréis un poco, aquí tenéis la sinopsi:


"¿Qué pasaría si las leyendas sobre el Rey Arturo, Merlín y la Dama del Lago fueran más que leyendas?

Cuando Alice atraviesa, sin querer, un espejo, su vida cambia para siempre. Porque llega a Camelot. Un lugar extraordinario, situado entre las dimensiones y los pliegues del tiempo. Allí conoce a Yrina y a Peter, que le abren el camino por un mundo plagado de seres que hasta entonces desconocía de su existencia: unicornios, dragones, salamandras y hadas eran habitantes más.
Pero, una cosa se le escapaba.
Y, ¿la magia?"


Aquí os dejo la primera parte del primer capítulo. Por favor, comentad y decidme si os gusta y en qué puedo mejorar. ¡No os cortéis! Ah, y para evitar confusiones, todos los trozos que escriba de "Camelot" estarán en morado. ^____^
Capítulo 1
A Través del Espejo

Parte I


La vida de una gota de agua, corta pero intensa. Cae del cielo, viviendo un remolino de emociones a la vez, sin saber que en apenas unos momentos caerá hacia la tierra y morirá a causa del choque contra la acera, o un coche. O tal vez contra la ventana de ella.

Alice cerró el libro de historia, exasperada. Observó con semblante aburrido como la lluvia se estampaba contra el cristal de la ventana de su habitación y las gotas se deslizaban, más rápidas o más lentas, de la parte de arriba hasta el marco. Se lo debían pasar muy bien cuando caían verticalmente desde el cielo, pero en cuanto pisaban la superficie terrestre, se volvía aburrida, muy aburrida. Pero, desde luego, más aburrido era aprenderse aquella lección.
Al final, desistió, y dejó a un lado el libro. Desde el salón, le llegó la voz de su tía Rose:
- ¡Alice! ¿Has acabado de estudiar?
La chica entornó los ojos.
- Estoy a punto.
- Pues acaba rápido, niña, que ya es muy tarde.
- Lo sé.
Pero en vez de volver a sentarse en su mesa de estudio de madera, se desnudó, guardó el uniforme en el armario y se vistió con un vestido del verano pasado que le iba pequeño y usaba como camisón. En realidad, no tenía sueño, pero tenía la sensación de que si seguía estudiando le iba a explotar la cabeza. Se tumbó en la cama. Hundió el rostro en la almohada y se tapó hasta la barbilla con el edredón, suave y cálido contra sus piernas desnudas. El monótono sonido de la lluvia no cesaba, y fuera de la casa, la tormenta tampoco daba señales de amainar pronto. Desde el dormitorio de su tía oyó como esta le daba las buenas noches, a lo que ella respondió con un murmullo incomprensible y, para Rose, inaudible. Unos momentos después, la luz del pasillo se apagó.
De Alice, lo único que se le veía era una mata de su pelo, largo y castaño. A decir verdad, ella no era nada especial. Ni guapa ni fea, no llamaba la atención. Tenía un físico común, pelo marrón claro, ojos color miel, ni alta ni baja. Era discreta y bastante tímida. Aunque un puñado de personas eran amables y intentaban ser sus amigos, los demás la veían como un bicho raro. Y de hecho, así era como se sentía ella. Diferente.
Como si ese no fuera su lugar, ni su tiempo. Hasta a veces le daba la sensación de que ni siquiera tendría que haber nacido.
Pero ella continuaba con su vida discreta en casa de su tía, porque, según le habían dicho, cuando ella era muy pequeña, sus padres habían fallecido en un accidente de coche. Ella había sobrevivido de milagro.
A veces se preguntaba si su vida hubiera sido igual si sus padres siguieran vivos. Pero tampoco estaba triste al pensar en ellos, ya que nunca los había conocido y no sabía lo que se estaba perdiendo.
No se puede decir que era desgraciada, pero no era del todo feliz.
La chica se dio la vuelta en la cama, desordenando el edredón una vez más. No podía dormir. Se giró hacia la mesilla de noche para ver que hora era en su despertador digital, y comprobó, disgustada, que tan solo habían pasado unos minutos. Se incorporó un poco sobre la cama. Sería una noche larga.
Poco a poco, sus ojos fueron acostumbrándose a la penumbra. Pudo distinguir las siluetas de los muebles de su habitación, sus colores mucho más oscuros de lo que eran a la luz del día; el armario, alto e imponente; la mesa de estudio, encima de la cual estaba el libro de historia; la estantería, plagada de libros de fantasía, que hablaban de mundos y personajes que a ella le resultaban maravillosos.
Cansada de no estar haciendo nada, y agobiada por el hipnótico sonido de la lluvia, se incorporó sobre la cama. Sus pies se posaron sobre el suelo frío y un escalofrío le recorrió. Procurando no pisar el suelo por mucho tiempo por miedo de constiparse. Se calzó con las pantuflas azules, aquellas tan suaves, y silenciosamente se deslizó hacia el baño para ponerse el albornoz que recibió por su cumpleaños.
Recorrió los pasillos de la casa, que de noche adquirían un aspecto lúgubre y triste, y aún más cuando la luz fantasmal de las farolas de la calle, modificada por las millones de lluvia que caían en ese momento, se filtraba por las persianas entre-abiertas.
Pasó por delante de la habitación de su tía Rose, que roncaba sonoramente, y se dirigió hacia las escaleras, para bajar al salón, tal vez a ver la televisión, aunque no creía que hubiera nada que le interesara a aquellas horas de la noche.
La madera crujía bajo sus pies a cada paso que daba, y se detenía cada momento para comprobar si había despertado a su tía. Pero los ronquidos continuaban sin interrumpirse.
Llegó al último escalón, el cual crujió más sonoramente que los demás, y de un saltito se posó sobre la alfombra que cubría todo el suelo del salón.
Miró en derredor, buscando algo que hacer, aunque ya sabía que allí no había nada que le gustase demasiado. Con algo de resignación, se dejó caer sobre el sofá, y se encogió sobre sí misma. Alargó la mano para agarrar el mando de la televisión. Apretó el botón "power", pensando que ya buscaría algo que ver, que algo habría y que cualquier cosa era mejor que no hacer nada en la cama, pero cuando se encendió, la pantalla era completamente gris y ponía "Sin Señal". Fastidiada, Alice apagó la tele. Maldita tormenta.
Se levantó, y empezó a dar vueltas por la amplia habitación, aburrida, sin detenerse, al igual que la tormenta, esperando a que pasaran las largas horas, a pesar de que el reloj de la pared parecía ir más despacio de lo normal.
Después de un rato, se apoyó en el trozo de pared que había al lado de la ventana, limitándose a escuchar el sonido de la lluvia y a jugar a enredar un mechón del pelo en su dedo. Se preguntó si en otros planetas también llovería. La profesora de Ciencias Naturales decía que era imposible, pero Alice sabía que se refería a que era imposible en los planetas del Sistema Solar, no en los otros. Simplemente, porque no lo sabía.
Tal vez, en otro planeta, habría una chica extraterrestre que no podía dormir mirando por la ventana de la casa de su tía. Y que también se llamaba Alice.
La chica sacudió la cabeza, sonriendo, ante aquellos pensamientos tan absurdos. Aunque, tal vez no lo fueran tanto: el Universo es infinito, así que quién sabe.




Annushka