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viernes, 9 de marzo de 2012

¡Hola!
¡Que bien! Mañana voy a la Japan Weekend de Barcelona, y estoy impaciente. :) Después de una horrible semana de examenes, tengo un poco de tiempo libre. Así que voy a colgar un trocito de Camelot. ^^

                                                      Capítulo 2
                                 Sombra y Elfa
                                     Parte III

Estúpidamente, lo único que se le ocurrió decir fue:
- Los elfos no existen.
Yrina, la supuesta elfa, rió de nuevo.
- ¿No? ¿Y entonces esto qué es?
Ella se apartó los tirabuzones de cabello dorado, dejando ver sus orejas. A Alice casi se le cae el palo del respingo que dio al ver las orejas de Yrina, esbeltas y puntiagudas. Puso los ojos como platos.
- ¿Lo ves? Soy una elfa.
Alice respiró hondo. Vale, sí, tenía toda la pinta de ser una elfa: su forma de caminar, con gracia y agilidad; la manera que tenía que parecía… conectar con el bosque, con cada hoja y árbol; sus rasgos exóticos y hermosos, y por supuesto, sus orejas puntiagudas.
Pero todo aquello iba en contra de todo lo que le habían enseñado. Los elfos no existen. Los dragones no existen. Las hadas no existen. La magia no existe.
Además, simplemente, no era posible. Exhaló un suspiro.
- Vale. Supongamos que te creo. – dijo, cautelosa. Se giró hacia el chico rubio, que se había mantenido al margen de todo-. ¿Y tú, quién eres? ¿Qué eres?
- Mi nombre es Peter- dijo él-. Vengo de la Sierra Umbría del norte. Soy un Sombra.
Alice alzó las cejas.
- Venga ya. Vale que ella sea una elfa, ¿pero que tú seas una sombra? ¿Dónde está la cámara oculta?
- ¿Cámara?- dijo Yrina, perpleja- ¿Perdona, pero quién es Cámara?
Alice ignoró su comentario. Se sentía como si fuera Alicia hablando con el Sombrerero Loco y la Liebre de Mayo.
- No soy una sombra, soy un Sombra- aclaró Peter-. No me digas que no has oído hablar de nuestra raza.
- ¿Raza? Tú eres un chico normal y corriente.
La chica se acercó a él, perdiendo ya el miedo. Le miró de arriba a bajo y le rodeó, pero no encontró nada fuera de lo normal en él.
- ¿Lo ves? Un chico perfectamente normal.
- ¿Sí?- susurró él, y agarró los hombros de Alice, impidiendo que se moviese.
Instintivamente, Alice intentó sacárselo de encima, pero aún se sentía demasiado débil como para hacer nada. Si hubiese podido, en aquel momento le hubiera dado un buen puñetazo.
- Mírame a los ojos.
Ella alzó la mirada, desafiante. No iba a dejarse intimidar por él.
Pero entonces se encontró con unos penetrantes ojos rojos como el mismo corazón del infierno, clavados en ella. Sin saber por qué, se estremeció. Aquellos ojos, los ojos de Peter, la congelaban y le quemaban a la vez, como si allí se produjera una colisión de elementos opuestos, hielo y fuego. Dónde la luz y la oscuridad combaten en su interminable batalla, pero ni una ni la otra logran ganar nunca, a pesar de que algunas noches parece que nunca va a llegar la luz; pero al final, el alba siempre aparece.
Asustada, logró apartar la mirada, pero lo que encontró no fue mucho más confortante; donde antes se encontraba el muchacho rubio, ahora no había sino una intimidante sombra, más negra que el ala de un cuervo volando entre la más oscura de las tinieblas. Al principio apenas era una borrosa silueta, como moldeada por las manos de un niño inexperto, pero los bordes se fueron afilando hasta que Alice pudo distinguir perfectamente la forma de Peter. Dio un paso hacia atrás, pero luego avanzó de nuevo.
Alzó la mano, dudosa, y la alargó hacia la sombra… hacia Peter; cuando tocó el lugar donde debía estar su hombro, su mano lo travesó completamente. Lo único que había notado era una sustancia etérea, ni líquida ni gaseosa, que se movía entre sus dedos, como si tuviera vida propia.
- ¿Un chico perfectamente normal podría hacer esto?
Alice se apartó, ahora con más curiosidad que miedo, y poco a poco los bordes se volvieron borrosos, y luego, de golpe, volvió a ser el chico guapo y rubio, mientras sus ojos perdían el tono rojo hasta volver a adoptar el color gris. Parecía que todo el bosque soltó un suspiro de alivio.
Alice se quedó allí, fascinada y con los ojos muy abiertos. En apenas unos momentos, todo lo que le habían enseñado se había convertido en un gran engaño. ¿Que los elfos no existían? ¡Já! Ella tenía la prueba viviente de que aquello era una mentira.
- ¡Eres una sombra!- exclamó.
- Un Sombra.
- Lo que sea. ¡Pero, el caso es que no sois humanos!
Ante esto, la elfa y el Sombra cruzaron una mirada y sonrieron.
- Así es- dijo Yrina-. ¿Y tú, que eres? ¿Cómo te llamas?
Alice se detuvo un momento, y decidió que no iba a dejarse llevar ni decir nada sobre ella misma que no fuera estrictamente necesario. No eran humanos; razón de más para no confiar en ellos.
- Os lo diré, a cambio de respuestas- dijo ella con firmeza.
- De acuerdo- sonrió Peter-. Pero mejor vayamos a otro lugar.

Alice alzó la mirada al cielo. Ya era de día, de las estrellas no quedaba ni rastro. La luna se había retirado hacía tiempo, y el viento frío dejaba paso al calor tímido del sol de principios de primavera. Un pájaro cantaba en un árbol cercano; Alice sonrió.
- De acuerdo.
Y soltó el palo.

2 comentarios:

  1. Jo al final també vaig avui! Espero veure't, ja que no hem quedat, pero bueno.
    Fins aviat!

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  2. Waw! Me ha encantado la historia, estoy deseando que pongas más capítulos!! Yo estoy de sorteo, te invito a que te pases por mi blog!! ^^

    Besitos <3

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